Gadafi, 42 años en el poder de Libia, mandó el domingo a su aviación bombardear a la población que parece haberle perdido el miedo y se atreve a protestar contra su persona, sus ocho hijos y su dictadura. Este lunes volvió a la carga y helicópteros y cazas han disparado desde el aire contra miles de personas en Trípoli y Benghazi. No hay cifra exacta de muertos, pero agencias de prensa internacionales y la cadena de televisión Al Yazira afirman que ha habido una masacre.
Hillary Clinton ya ha pedido públicamente que pare “el inaceptable derramamiento de sangre en Libia”. La secretaria de Estado estadounidense demuestra tener muchos más reflejos que una Unión Europea incapaz de gestos más contundentes que pasen del sempiterno lamento.
Saif el Islam Gadafi, el llamado a ser sucesor de su padre, ha negado que se haya disparado contra civiles y asegura que el Ejército del Aire solo se ha cebado con depósitos de armas en el desierto.
En unas declaraciones, el domingo pasado, se dirigió a los libaneses con un mensaje amenazante:
"si el caos llega, en lugar de llorar a los 80 muertos de estos últimos días, lloraremos a centenares de miles de nuestros hermanos y estaremos obligados a huir de nuestro país".
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